viernes, 20 de septiembre de 2013

Disculpá, el odio es inevitable

Te odio. No puedo evitarlo. Se me revuelve todo cuando te pienso, eso es así. No creás que no me he preguntado por este odio. Por estas ganas de vomitar que me dan cuando te pienso, por estas lágrimas de furia que no puedo esconder, por este rostro crispado. Por la furia, la ira, el asco. No es algo que me suela suceder con frecuencia. Entonces... ¿Por qué con vos? ¿Por qué a vos?

Y bueno, creo que finalmente te odio por ser eso que yo sé que no seré nunca, o acaso fui una vez hace mucho tiempo. Te odio por ser parecida a ella. Por tu entrega, por tu querer ilusionado propio de las que están descubriendo el amor... Te odio porque estás. Te odio porque estuviste. Te odio porque llegaste a lugares donde nunca estaré, de los que siempre quise ser parte y no pude, y no puedo. Te odio aunque yo haya llegado más lejos en su geografía y en su corazón, igual no puedo evitarlo... te odio.

Te odio por los lugares que ocupaste y que seguís ocupando. Te odio porque sé que sos una buena persona, porque me caés bien. Porque tu mirada tiene fuego y no se puede salir ileso de ella. Te odio. Te odio porque aunque ya no estés seguís más presente que nunca. Porque tu sonrisa se contagia. Porque te ganaste un espacio en el corazón de ellas, y ¿cómo no? Así que comprenderás que me es imposible dejar de odiarte. Que me abruma tu presencia, que me persigue tu nombre desde antes de conocerte (la prueba está en un poema escrito hace ya algún tiempo). Creo que no puedo hacer nada con este odio, más que vivirlo, sufrirlo, encararlo cada día sin aferrarme a él, que a fin de cuentas es lo más difícil. E irme desprendiendo.

Desprendiendo de vos y del odio, y del miedo, que a estas alturas ya forman una sola cosa. Dejarlo ir, observarlo cuando llega y no detenerme a alimentarlo. Así, hasta que algún día quizá se debilite, quizá adopte otro rostro, o quizá me devuelva el mío. Despedirme de lo que nunca fue, de lo que no fui ni seré nunca. Intentar estar en paz sabiendo que lo que te quité... tal vez, tal vez vos lo deseabas más que yo. Tal vez vos la cuidarías mejor, la amarías mejor, serías una mejor compañera. Seguro por eso también te odio y me odio.

Y sabés, de tanto odiarte he llegado a pensar que te quiero, y que el odio que siento no es más que miedo y tristeza. Porque me recordás a ella cuando la conocí. Me recordás cuando empezamos a salir y me fijé por primera vez en sus ojos brillantes y deseantes, que me decían que me amaba con locura. Y yo, yo no podía devolverle lo mismo, no en ese momento.

Porque me hacés pensar en esa chica tímida y transparente de la cual llegué a enamorarme tan profundamente y que ahora amo tanto. Y sí, te veo y pienso en ella... y pienso que es una lástima que ella no se haya enamorado de vos como yo si logré hacerlo cuando ella estuvo en tu lugar. Porque ¿sabés algo? compartir junto a ella es de lo mejor que me ha pasado... Y por eso, con pasión y con nostalgia, te quiero y te odio, y nos odio. Es inevitable.

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