sábado, 31 de diciembre de 2011

Poesía por encargo


Me dijiste que escribiera un poema sobre esa noche, un poema no se pide, solo nace; me negué. Pero no solo por esto, está también la dificultad con la que me encuentro al tratar de escribir sobre esa noche y el hecho de que toda ella fue poesía, escribir sería pues redundar. Tampoco puedo olvidar que lo de nosotros fue un encuentro en puro presente y no podría ni quisiera volver porque ya no existe, al escribir sobre eso, me embarcaría en un viaje hacía un pasado que ya no estaría ahí para sostener mis palabras.

Pero si finalmente me decidiera, me gustaría empezar el poema mencionando una mano temblorosa, la mía, buscando a tientas debajo de la cama la cola que sujetaba mi cabello intacto. Esa mano que buscaba con la misma premura una cajetilla de cigarros en el bolso, antes de saber que se internaría en tu camisa para recorrerte la espalda.

También mencionaría tus manos, sujetando las páginas sueltas de un cuento de Cortázar y un cigarro, mientras leías para mí enfatizando en los párrafos subrayados. ¿Y las manchas de tinto en la 130? ¿O sería la 128? Esas también debería mencionarlas, después de todo están ahí para invocar el humo y el sabor a uva tostada, están para que regresés a ellas cuando querás, para hacerte no olvidar la muerte y mis manos.

Ah, pero ahora recuerdo, estás vendiendo tus libros para dejar de leer lo que hicieron otros y empezar a ser narrador protagonista. Para escribir con los pies una historia que nunca nadie leerá completa. Me pregunto por las manos que tomarán la página manchada de dos gotas de sangre de viñedo, ¿serán tan felices como las nuestras aquella noche? y ¿dónde estarán las mías cuando alguien vuelva a leer en voz alta a Cortázar con un interminable Philip Glass de fondo? Solo quedarán esas manchas en una página que ni aún yo recuerdo y ya no significarán nada para nadie. Mejor así.

Entonces, si siguiera con la poesía, sería cuestión de un par de versos mencionar el desayuno; y no se puede. No puedo mencionar en un mismo poema café con huevos revueltos, y a Cortázar y a Glass... ¿Ves la imposibilidad de esta tarea? Esa noche hubo un baile de peces, nos resbalamos de la pecera sin morir en el suelo, supimos saltar de vuelta.

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